CUANDO LAS BUENAS INTENCIONES MATAN

Nota: para aquellas personas que es estiman su ojos, dejo la versión para descargar en pdf:

Cuando las buenas intenciones matan

De un tiempo a esta parte es habitual leer iniciativas en pro del ahorro de agua de riego en la jardinería urbana, sobre todo por medio de la implantación de especies vegetales autóctonas y xerófilas, es decir, aquellas capaces de sobrevivir durante periodos de sequía, incluso extrema, a las que además se les considera de bajo mantenimiento. Unos principios que, en principio (valga la redundancia) parecen bastante lógicos. Sin embargo, si se analiza un poco la situación ambiental de las ciudades y la funcionalidad de estas especies, estas iniciativas pueden ser letales para los ciudadanos. No dudo de la buena voluntad de muchas de estas propuestas, así como del inusitado interés por resolver los problemas urbanos, pero de ello no siempre se sigue lo bondad de éstas.

El verde urbano tiene una misión que va más allá de cumplir con unos ratios legales, con adornar nuestro entorno urbano o acercar a los ciudadanos a nuestras especies vegetales: es la única arma eficaz que tenemos para luchar contra los efectos de la contaminación urbana y contra las consecuencias del calor extremo, entre otras afecciones a la maltrecha salud pública de los urbanitas, y que ocasionan miles de muertes todos los años (prematuras y directas)

Además, a la hora de plantear “la jardinería del futuro”, no estaría de más un ligero ejercicio de humildad, intentando aprender algo, aunque no sea mucho, de los jardines realizados durante más de cinco mil años de tradición con respeto por la naturaleza, y servicio al confort y a la salud física y mental de los millones y millones de humanos que han tenido la suerte de vivirlos.

Antes de lanzarnos al vacío, destruyendo nuestros jardines (como se destruyeron nuestros paisajes al considerarlos equivocadamente una variable ambiental –recuerden aquello de “paisaje antropomorfo” o ese otro “matorral degradado sin interés paisajístico” que permitieron su gratuita destrucción por parte de todo tipo de infraestructuras o urbanizaciones) debemos tener en cuenta algunas cuestiones básicas:

El coste sanitario de la contaminación atmosférica en España

Decenas de miles de personas mueren todos los años en nuestro país por causas directamente relacionadas con la polución química urbana; miles de personas mueren todos los años en nuestro país por causas directamente relacionadas con las altas temperaturas; a partir de los 34/36 grados, según las ciudades, la morbilidad se incrementa exponencialmente;

Gaceta Sanitaria, (2008) 115-119

Nuestros índices de asma infantil superan a los de las ciudades más contaminadas de Norteamérica; la vegetación xerófila no inventó principio alguno en contra de las leyes de la Naturaleza, ni encontró la piedra filosofal, sencillamente cierra sus estomas reduciendo al mínimo su actividad fotosintética cuando escasea el agua, esperando a retomar sus actividades cuando mejoren las condiciones de humedad; la habilidad de la vegetación urbana para mejorar nuestra salud se basa, casi exclusivamente, en su capacidad de transpiración: un gramo de agua se lleva del aire algo más de media kilocaloría, al tiempo que filtra el aire; la reducción de la actividad vegetal se traduce en un incremento del parque de máquinas de aire acondicionado; estas máquinas enfrían los edificios incrementando la temperatura de la ciudad; la cual contraataca con más máquinas de aire acondicionado; desde 2015 la España tórrida ha superado a la España helada, sustituyendo el mes de julio al mes de enero como el de mayor consumo eléctrico (casi 30.000 Gw/h); para lo que es necesario generar más energía. (España incrementó en un 23% el uso de carbón el año pasado) incrementando en cifras escandalosas las emisiones a la atmósfera de gases con efecto invernadero; y para reducir esas emisiones los árboles también necesitan de su actividad fotosintética; la sustitución de la vegetación frondosa de las ciudades por especies xerófilas puede llegar a incrementar hasta cuatro grados la temperatura de la ciudad, algunas de las cuales ya pasan del umbral letal durante varios meses del año; las olas de calor son cada vez más recurrentes y severas; etc., etc., etc.

La ola de calor dispara el consumo eléctrico hasta niveles réc

Por si no fueran suficientes razones para pensarse un poco las consecuencias de llenar nuestras ciudades de este tipo de vegetación, hay otra cuestión en el debate que no siempre se tiene en cuenta: el agua no es precisamente el factor más limitante para poder disponer de un verde urbano efectivo contra todos esos males, capaz de ayudarnos a superar los graves problemas de salud pública y permitirnos vivir en la España tórrida sin perecer en el intento. El único límite, la única línea roja, es el empleo de agua potable para el riego del verde urbano.

praderas sprawl post
praderas sprawl

Por cierto, no deja de ser un pelín desconcertante que todos estos discursos en pro de la desertificación del verde se dirijan hacia las ciudades, y no hacia todas esas urbanizaciones de lujo, semi-lujo y arrabales de infinitos adosados, donde, por una parte, ese césped es absolutamente prescindible y, por otra, y realmente mucho más grave, casi siempre se riega con agua potable.

Muchas de nuestras ciudades más calurosas disponen de abundante agua en el subsuelo como para que puedan vegetar en perfectas condiciones cientos de las especies frondosas que tenemos a nuestra disposición, cuyo único criterio de exclusión debe ser la invasibilidad, suponiendo el adecuado criterio de elección de las restantes variables geo-ecológicas. Por ejemplo, Sevilla tuvo que abandonar su primer intento de construir una línea de metro;

Navegando por el subsuelo de Valencia

Valencia hubiera hecho lo mismo si la primera línea se hubiera comenzado a construir desde el sur,  donde la tristemente famosa estación de Jesús se pudo terminar gracias a las técnicas de congelación del suelo; y los túneles de la inconclusa línea 2 sirven de canal navegable. Pero si eso no fuera suficiente, también tenemos ejemplos de otras ciudades que sin ese tesoro bajo sus pies, han sido capaces de realizar maravillas con la reutilización de sus aguas depuradas. Por ejemplo, la ciudad de Alicante ha incrementado su superficie verde en casi cinco millones de metros cuadrados (que se dice pronto) gracias a estas técnicas, y la ciudad de Valencia, prácticamente no utiliza agua potable en el riego de sus millones de metros cuadrados de zona verdes urbanas.

Jardines de la Vía Parque. Alicante

Es cierto que no hay que abusar de las aguas depuradas. Al fin y al cabo también tienen un alto coste energético y su misión es volver a la red hidrográfica, pero hablamos de porcentajes muy pequeños sobre el total depurado. Podemos utilizar otra vez el ejemplo de la ciudad de Valencia (pese a no necesitar esta reutilización por su red municipal de agua no potable); la superficie verde total es de algo más de cinco millones de metros cuadrados mientras que sus depuradoras efluyen un caudal suficiente como para regar quince millones de metros cuadrados de campos de golf. Es decir, que cualquier ciudad española puede ser un vergel reutilizando tan solo el diez por ciento de sus aguas depuradas.  Sin olvidar nunca que esa agua no se utiliza para poner bonita la ciudad, sino para que sus habitantes puedan disfrutarlas con un mínimo de confort y salud.

Un día de julio de 2016

Resumiendo, las decisiones acerca del verde urbano necesitan siempre un estudio profundo, sereno y profesional, con el fin de evaluar correctamente los beneficios buscados sin causar problemas aún peores que los que desea resolver. En función de las características propias de cada ciudad, de sus condicionantes urbanos y ambientales, de sus necesidades y oportunidades, se deben plantear opciones racionales y seguras, tanto para la vegetación como para los ciudadanos y su administración local. Si lo hacemos equivocadamente estamos contribuyendo al incremento del consumo de energía, de los gases contaminantes, del cambio climático y de las estadísticas de morbilidad por contaminación y calor.  Y si eso se hace con conocimiento de causa, es un delito.

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