AL MENOS ES COMO VEO LO QUE SE VE DESPUÉS DE MIRAR

Valuing the natural order is paramount in design

EL PAISAJE

El Paisaje es una de esas cosas que, por mucho empeño que pongamos, nunca podremos definir. No pertenece al mundo real, al mundo de los objetos y de los fenómenos; al mundo físico. Cualquier intento de aprehenderlo lo aleja más de nosotros. Es, como diría el poeta, lo que tiene de impalpable lo palpable, lo que tiene de invisible lo visible. Sin embargo, dentro del amplio y vasto conjunto de las cosas que no son cosas, de las que pueden hacer correr ríos y ríos de tinta sin más consecuencias que la aparición de más ríos de tinta, es de esas en las que la idea que de ella se tenga, puede, además de generar más gasto de tinta, afectar a nuestra vida más íntima, porque somos, en buena medida, consecuencia de lo que nos rodea y, precisamente, lo impalpable de lo palpable que nos rodea, el sentimiento que nos trasmite lo percibido, es lo que llamamos paisaje.

La búsqueda de métodos objetivos para convertir en mensurable la irrealidad del paisaje nos lleva, irremediablemente, a un entorno cada vez más doloroso. Querer hacer de un sentido íntimo un sentido común es una práctica perversa y equivocada. No podemos discretizar el grado ni el valor de los sentimientos, de lo sentido al ver o al oír. No podemos decidir ni atribuir más valor a una u otra pieza musical, sobre todo si de lo que se trata es de permitir la destrucción de las menos valoradas. El Tristán puede hacer que a mucha gente se le erice el vello. Pero no a más gente a la que emocione igual o más un pasodoble interpretado por la banda del pueblo en la plaza mayor durante las fiestas de su patrono. No es valorable el sentimiento, y menos cuando se pretende con esa valoración destruir el origen de tanta nostalgia y de tantas emociones. Pueden verterse ríos y ríos de tinta discutiendo acerca de su complejidad, de su ritmo, de su atrevimiento, de su novedad, de su belleza o de su simpleza y ordinariez. Pero ninguna de esas diatribas puede erigirse jamás en excusa para su destrucción.

Y eso es lo que está pasando con muchos de los sentimientos más íntimos de nuestra gente. En base a absurdas catalogaciones, algunos, que jamás tuvieron ni tendrán relación alguna con esos sentimientos, se erigen en jueces supremos de los recuerdos y sentimientos que pueden ser impunemente destruidos en pos, dicen, del progreso, como si durante miles de años no hubiera habido progreso con respeto a los ancestros y a lo que ellos vivieron. Es difícil de explicar, pero muy fácil de entender. Eso sí, por muchas explicaciones que se den, debe experimentarse para un completo entendimiento. Es como un orgasmo, que por mucho que se explique, no hay nada como experimentarlo para captarlo en toda su mismidad. Y, por supuesto, no creo que sea permisible impedírselo a alguien por feo.

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